miércoles, 20 de marzo de 2013

El renacimiento de los clásicos (tercera parte): Alonso de Ercilla, Pérez de Oliva y Pedro Mexía

Terminaremos nuestro breve paseo por la literatura del siglo XVI leyendo algunos ejemplos señeros relativos a la épica, el drama y la prosa miscelánea. Ercilla, Pérez de Oliva y Pero Mexía nos brindarán magníficos textos para enriquecer nuestra lectura. Asimismo, al comienzo de La Araucana de Ercilla lo acompañaremos con el comienzo de Os Lusiadas, de Camoens. La lectura de Pedro Mexía viene acompañada, asimismo, de un pasaje extraído de los Ensayos de Montaigne. Terminaremos reflexionando acerca del nacimento de un nuevo género en el siglo XVI: el ensayo (en la imagen, la estatua de Montaigne que puede verse en Burdeos). POR FRANCISCO GARCÍA JURADO
-La épica: Ercilla y Camoens

El original de La Araucana en la Biblioteca Nacional de Chile:
http://www.bcn.cl/bibliodigital/dhisto/araucana

Alonso de Ercilla y su poema épico La araucana:

“No las damas, amor, no gentilezas
de caballero canto enamorados,
ni las muestras, regalos y ternezas
de amorosos afectos y cuidados;
mas el valor, los hechos, las proezas
de aquellos españoles esforzados,
que a la cerviz de Arauco no domada
pusieron duro yugo por la espada.”

“Aunque con acierto la crítica ha visto en este comienzo una réplica a la temática del Orlando furioso de Ariosto (que en su comienzo declara: «Le donne, i cavalier, l’arma, gli amori, / Le cortesie, l’audaci imprese io canto»), en cualquier caso ahí consta ya el tópico de la declaración de canto en la estrofa inicial del poema, con una expresión, «canto», en primera persona de singular, y una oración de relativo referida al complemento directo de «canto», igual que en los dos versos primeros de la epopeya virgiliana:

Arma uirumque cano, Troiae qui primus ab oris
Italiam jatoprofugus Lauiniaque uenit.”

Tomado de Vicente Cristóbal, “De la Eneida a la Araucana” http://revistas.ucm.es/index.php/CFCL/article/view/CFCL9595220067A/34758
En este trabajo se muestra la gran importancia que, como modelo, ha tenido la Eneida en el origen de la epopeya culta española, y en concreto, en el origen de la Araucana de Alonso de Ercilla. Tras explicar cómo varias de las singularidades literarias de este poema (argumento histórico, ausencia de héroe individual, cierta visión imparcial de los dos bandos en conflicto...) se explican mejor a la luz de los modelos antiguos (Eneida y Farsalia), a continuación se enumeran y analizan una serie de tópicos y convenciones presentes en él y derivados de Virgilio (declaración inicial del argumento, écfrasis descriptivo, tempestad, comparaciones naturalistas, Dido, juegos deportivos, etc.), poniendo de relieve así el virgilianismo esencial de la Araucana, aspecto que no había sido destacado en su justa medida por la crítica precedente.

Camoens y Os Lusiadas

Alonso Zamora Vicente, conferencia "Relaciones literarias hispano-portuguesas"

http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?id=1281

José Filgueira Valverde, "Camoens, clásico español"

http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?id=1280

Comienzo de Os Lusiadas de Camoens:

“OS LUSÍADAS
Luís de Camões

Canto I

As armas e os Barões assinalados
Que da Ocidental praia Lusitana
Por mares nunca de antes navegados
Passaram ainda além da Taprobana,
Em perigos e guerras esforçados
Mais do que prometia a força humana,
E entre gente remota edificaram
Novo Reino, que tanto sublimaram;”

-El teatro. Pérez de Oliva

El teatro: La traducción del Anfitrión de Plauto por parte de Pérez de Oliva. Propaladia, de Torres Naharro; Castro, de Antonio Ferreira. Séneca y la truculencia

“Diálogo de Mercurio y Sosia”, tomado del acto primero del Anfitrión de Plauto traducido por Pérez de Oliva:

“Merc. No sé quién habla.
Sos. No sé quién dice que habla. A mí Sosia me llaman.
Mer. Este debe ser que viene con esta linterna. Menester será que me pague su tributo.
Sos. Este es el mayor peligro, en que jamás me he visto. Menester es sino quiero perder la vida, ponerla en aventura. No quiero mostrarme cobarde, que la buena osadía es el mejor remedio que puedo tener.
Merc. Di tú que traes la luz encerrada en ese cuerno, ¿con cuya licencia andas a esta hora?
Sos. ¿Mas con cuya licencia me demandas tú esa cuenta? También quiero so saber.
Merc. Luego tú no sabes, que te has encontrado con el señor de las noches tebanas.
Sos. Según eso debes ser alguna fantasma venida del infierno.
Merc. ¿Así hablas a quien tiene tu vida en su mano? Si más me enojas.
Sos. ¿Que me harás?
Merc. Que comas estos puños.
Sos. Tal cena, aunque tengo hambre, mejor será agradecerla, que recibirla.
Merc. ¿Que dices?
Sos. Que eso no hagas tú si me crees, porque comería cosa que no me entrase en provecho, y tú quedarías sin manos.
Merc. Luego tú nunca comiste puños sin mascarlos.
Sos. No, mas otros suelen comer los míos de esa manera que dices.
Merc. ¿Quién eres tú, que hablas osado?
Sos. Sosia, criado de Anfitrión, que ha vencido los Teléboas.
Merc. ¿Sosia de Anfitritrión dices que eres tú? Luego tú eres yo.
Sos. Sosia el que he dicho soy yo, tú sé quien quisieres.
Merc. Di hombre desventurado, ¿cómo has osado ensuciar mi nombre en tu persona?
Sos. Este nombre tuve siempre limpio y bueno, el cual fuera bien sucio, si hubiera sido tuyo.
Merc. Luego entenderás quién es Sosia, pues no lo sabes. Dime primero dónde vas.
Sos. Voy a Alcmena con un mensaje.
Merc. Ya, ya, mira quién había de entender cosa tan disimulada. Tu debes ser tercero de algún hombre loco, que piensa que Alcmena es mujer destos mensajes, y por ello vienes de noches y tras nombre fingido. Di, hombre miserable, ¿quién te ha enviado a tu muerte? ¿Tu nombre verdadero cuál es?
Sos. El que me envió sabe que no hay vida más segura de peligros que la mía. Mi nombre ya lo oíste.
Merc. ¿Aún dices que eres Sosia?
Sos. Pues si no soy Sosia, ¿quién soy, yo te pregunto?
Merc. Tu mismo no lo sabes, y quieres que lo sepa yo. Responde, dime, ¿quién eres?
Sos. Soy este que habla contigo.”

Antigua edición de las obras de Pérez de Oliva en el Fondo Histórico de la Universidad Complutense, reproducido en google books:

http://books.google.es/books/ucm?vid=UCM5320773042&printsec=frontcover&redir_esc=y#

Mª. J. Pérez Ibáñez, “El Maestro Pérez de Oliva y su ‘versión’ del Amphytruo de Plauto”, Euphrosyne 24 (1996), 163-182

Texto del Anfitrión de Plauto http://historiantigua.cl/wp-content/uploads/2011/07/Plauto-Tito-Maccio-Tomo-I-Anfitrion-Bilingue.pdf

-La prosa miscelánea y el ensayo

La prosa miscelánea. La Silva de Varia Lección. Pedro Mejía, Montaigne y Aulo Gelio

“Pero, porque no todos lo entienden bien, declaremos agora la diferencia y distancia que puede aver entre dezir mentira y mentir, y en quántas maneras puede ser, pues Aulo Gelio y otros de más autoridad se preciaron de tratarlo y es cierto que no es siempre todo uno. Y, para mejor entenderse, se sepa primero que mentir es afirmar o negar el hombre algo al contrario de lo que siente o tiene por verdad; y el que ansí no lo hiziere, no se podrá dezir que miente. Passa, pues, desta manera: que puede uno afirmar una mentira, pensando que es verdad; y éste tal dize mentira, pero no miente, porque no haze contra lo que siente y cree. Y por el contrario podría uno dezir una verdad teniendola por falsedad: este tal miente aunque no dize mentira. Pero el que dixesse una mentira, teniendola él por tal, este haze ambas cosas, que dize mentira y miente y en estas tres diferencias se encierra este negocio. Y es cierto que en ninguna manera se puede mentir sin culpa y pecado y solamente podría carecer della el segundo ejemplo que es el que dize mentira, creyendo que es verdad; porque como dize, no se puede dezir que miente (…)” (Mejía, Silva de varia lección II, Cátedra, Madrid, pp. 483-484)

Montaigne fue lector de la versión francesa de la Silva de varia lección de Mexía:

“Ce n'est pas sans raison qu'on dit que qui ne se sent point assez ferme de memoire, ne se doit pas mesler d'estre menteur. Je sçay bien que les grammairiens font difference entre dire mensonge et mentir; et disent que dire mensonge c'est dire chose fauce, mais qu'on a pris pour vraye, et que la definition du mot de mentir en Latin, d'où nostre François est party, porte autant comme aller contre sa conscience, et que par consequent cela ne touche que ceux qui disent contre ce qu'ils sçavent, desquels je parle." (Montaigne, Essai I, 9)

Traducción al castellano:

“No falta razón cuando se dice que aquel que no se siente bastante seguro de su memoria no ha de meterse a mentiroso. Si bien que los gramáticos distinguen entre decir mentira y mentir; y dicen que decir mentira es decir cosa falsa mas considerando uno mismo que es verdadera; y que la definición de la palabra mentir en latín, de donde nació nuestro francés, implica ir contra la conciencia y por consiguiente solo atañe a aquellos que hablan contra lo que saben, a los cuales me refiero.” (Montaigne, Ensayos I, 9)

Aulo Gelio y en ensayo moderno

La clave de lectura más productiva de Aulo Gelio en el siglo XVI viene dada a partir del nuevo esquema genérico que da lugar a las silvas y misceláneas humanísticas. Las “noches”, según un antiguo tópico cultural que liga el saber a la luz, suponen el estudio nocturno a la luz de la lucerna, palabra emparentada con lux que, merced a una falsa etimología, vendría a relacionarse con lucubrare “pasar la noche en vela escribiendo a la luz del candil” y lucubratio “vigilia a la luz del candil”, de donde obtenemos “elucubración”, emparentada semánticamente con la palabra vigilia, que también adquiere su propia carta de naturaleza en el contexto de las misceláneas. Mejía está dando verdadero carácter metaliterario a esta palabra, evocando la Praefatio de Gelio, en el “Proemio” de su Silva de varia lección. Mejía asume, ahora en lengua castellana, las características de un género que tiene sus representantes antiguos en autores como Ateneo o Gelio, y encuentra su moderna encarnación en autores como Petrus Crinitus. Esta consideración del saber a la manera de “silva” va creando, poco a poco, una serie de rechazos y tensiones que darán lugar a la configuración de nuevas actitudes ante un saber entendido como mera acumulación. Por ello, debemos considerar el nacimiento de una nueva forma de concebir el saber, de subjetivarlo mediante el rechazo de la antigua erudición, entendida como algo impersonal, y de la superación de la autoridad de los autores clásicos. Así las cosas, el hecho de que termine cristalizando una forma nueva de escritura, la ensayística, precisamente como reacción a la antigua miscelánea, la vigilia o elucubración, hace posible que Gelio se pueda leer a partir de ese nuevo marco ya no sólo como autor de miscelánea, sino en términos de autor de “no-ensayo”. Una primera forma de aproximarse a esta nueva modalidad de escritura es precisamente la que se encuentra en la epístola humanística de Fray Antonio de Guevara. Según Antonio Orejudo en su edición de las Epístolas familiares (Guevara 1995), a partir del Renacimiento la carta busca sobre todo la expresión de lo personal, ocupándose de cuestiones hasta entonces inabordables. La epístola literaria funda así un nuevo espacio comunicativo que terminará desembocando en la novela y el ensayo. Por tanto, y según nuestro criterio de concebir la lectura como un acto también creativo, cabría hacer ahora una lectura de Aulo Gelio dentro de la nueva clave ensayística. El paso de una lectura propia de la miscelánea erudita a una lectura “ensayística” del propio Gelio, conlleva, paradójicamente, la superación del propio autor clásico, ya que el ensayo moderno comienza a rebasar la autoridad de tales autores, manteniendo con ellos una relación dialéctica. Esto explica, seguramente, la relación compleja que Montaigne mantiene con uno de sus antecesores fundamentales (junto a Plutarco y Séneca). Montaigne no puede citar a Gelio porque, si bien su nueva prosa ensayística debe mucho al autor latino, ésta se configura, precisamente, a partir del consciente rechazo a la miscelánea.

Carlos García Gual, "Montaigne y los precursores del ensayo"
http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?id=2560

Francisco García Jurado, « Sobre la mentira y los mentirosos », en http://lectoresaudaces.blogspot.com/2009/11/sobre-la-mentira-y-los-mentirosos.html
Francisco García Jurado, ““Mentir” y “decir mentira”. Una differentia entre la miscelánea de Aulo Gelio y el ensayo de Montaigne”, Atene e Roma 2012 (en prensa)
Francisco García Jurado, “Aulo Gelio y la literatura española del siglo XVI: autor, texto, comentario y relectura moderna”, Revista de Literatura 147, 2012 (en prensa)

El Renacimiento de los clásicos (segunda parte): Garcilaso y Fray Luis

Inevitables o imprescindibles, se mire como se mire, son las composiciones poéticas que vamos a analizar en este apartado de la literatura renacentista. Tan sólo nos hemos quedado con Garcilaso y con Fray Luis. De Garcilaso, vamos a recorrer tres poemas, su primera égloga, una conocida bucólica de inspiración virgiliana, su soneto XIII, dedicado a Dafne y Apolo, de clara reminiscencia ovidiana (cabe también la relación con la pintura de Antonio Pollaiuolo del mismo tema, que ilustra esta entrada), y su soneto XXIII, inspirado en el tema del “Collige, virgo, rosas”, derivado del “Carpe diem” horaciano. De Fray Luis leeremos su traducción de la primera bucólica de Virgilio y su Oda I, “A la vida retirada”, que tanto debe a Horacio. FRANCISCO GARCÍA JURADO
Os animo a escuchar esta interesantísima conferencia del profesor López Estrada sobre Garcilaso y la égloga

http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?id=1736

Asimismo, es un placer que escuchéis algo sobre la recuperación de los textos clásicos en la música del Renacimiento:
http://www.rtve.es/alacarta/audios/musica-antigua/musica-antigua-poesia-clasica-renacimiento-jorge-bergua-11-05-12/1402369/

Garcilaso y la primera égloga. El asunto virgiliano

El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
he de contar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso
estaban muy atentas, los amores,
(de pacer olvidadas) escuchando.
Tú, que ganaste obrando
un nombre en todo el mundo
y un grado sin segundo,
agora estés atento sólo y dado
el ínclito gobierno del estado
Albano; agora vuelto a la otra parte,
resplandeciente, armado,
representando en tierra el fiero Marte;

agora de cuidados enojosos
y de negocios libre, por ventura
andes a caza, el monte fatigando
en ardiente jinete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos,
que en vano su morir van dilatando;
espera, que en tornando
a ser restituido
al ocio ya perdido,
luego verás ejercitar mi pluma
por la infinita innumerable suma
de tus virtudes y famosas obras,
antes que me consuma,
faltando a ti, que a todo el mondo sobras.

En tanto que este tiempo que adivino
viene a sacarme de la deuda un día,
que se debe a tu fama y a tu gloria
(que es deuda general, no sólo mía,
mas de cualquier ingenio peregrino
que celebra lo digno de memoria),
el árbol de victoria,
que ciñe estrechamente
tu gloriosa frente,
dé lugar a la hiedra que se planta
debajo de tu sombra, y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores;
y en cuanto esto se canta,
escucha tú el cantar de mis pastores.

Saliendo de las ondas encendido,
rayaba de los montes al altura
el sol, cuando Salicio, recostado
al pie de un alta haya en la verdura,
por donde un agua clara con sonido
atravesaba el fresco y verde prado,
él, con canto acordado
al rumor que sonaba,
del agua que pasaba,
se quejaba tan dulce y blandamente
como si no estuviera de allí ausente
la que de su dolor culpa tenía;
y así, como presente,
razonando con ella, le decía:

Salicio:

¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!,
estoy muriendo, y aún la vida temo;
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
donde siempre moraste, no pudiendo
de ella salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

El sol tiende los rayos de su lumbre
por montes y por valles, despertando
las aves y animales y la gente:
cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre
paciendo va segura y libremente,
cuál con el sol presente
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina,
siempre está en llanto esta ánima mezquina,
cuando la sombra el mondo va cubriendo,
o la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Y tú, de esta mi vida ya olvidada,
sin mostrar un pequeño sentimiento
de que por ti Salicio triste muera,
dejas llevar (¡desconocida!) al viento
el amor y la fe que ser guardada
eternamente sólo a mí debiera?
¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera,
(pues ves desde tu altura
esta falsa perjura
causar la muerte de un estrecho amigo)
no recibe del cielo algún castigo?
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
¿qué hará el enemigo?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento
del solitario monte me agradaba;
por ti la verde hierba, el fresco viento,
el blanco lirio y colorada rosa
y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!
¡Ay, cuán diferente era
y cuán de otra manera
lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
la siniestra corneja, repitiendo
la desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
(reputándolo yo por desvarío)
vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estío
llevaba, por pasar allí la sienta,
a beber en el Tajo mi ganado;
y después de llegado,
sin saber de cuál arte,
por desusada parte
y por nuevo camino el agua se iba;
ardiendo yo con la calor estiva,
el curso enajenado iba siguiendo
del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que, como en cadena,
de tus hermosos brazos anudaste?
No hay corazón que baste,
aunque fuese de piedra,
viendo mi amada hiedra,
de mí arrancada, en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no se esté con llanto deshaciendo
hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Qué no se esperará de aquí adelante,
por difícil que sea y por incierto?
O ¿qué discordia no será juntada?,
y juntamente ¿qué tendrá por cierto,
o qué de hoy más no temerá el amante,
siendo a todo materia por ti dada?
Cuando tú enajenada
de mi cuidado fuiste,
notable causa diste,
y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo,
que el más seguro tema con recelo
perder lo que estuviere poseyendo.
Salid fuera sin duelo,
salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Materia diste al mundo de esperanza
de alcanzar lo imposible y no pensado,
y de hacer juntar lo diferente,
dando a quien diste el corazón malvado,
quitándolo de mí con tal mudanza
que siempre sonará de gente en gente.
La cordera paciente
con el lobo hambriento
hará su ayuntamiento,
y con las simples aves sin ruido
harán las bravas sierpes ya su nido;
que mayor diferencia comprendo
de ti al que has escogido.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Siempre de nueva leche en el verano
y en el invierno abundo; en mi majada
la manteca y el queso está sobrado;
de mi cantar, pues, yo te vi agradada
tanto que no pudiera el mantuano
Títiro ser de ti más alabado.
No soy, pues, bien mirado,
tan disforme ni feo;
que aún agora me veo
en esta agua que corre clara y pura,
y cierto no trocara mi figura
con ese que de mí se está riendo;
¡trocara mi ventura!
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
¿Cómo te fui tan presto aborrecible?
¿Cómo te faltó en mí el conocimiento?
Si no tuvieras condición terrible,
siempre fuera tenido de ti en precio,
y no viera de ti este apartamiento.
¿No sabes que sin cuento
buscan en el estío
mis ovejas el frío
de la sierra de Cuenca, y el gobierno
del abrigado Estremo en el invierno?
Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo
me estoy en llanto eterno!
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan;
los árboles parece que se inclinan:
las aves que me escuchan, cuando cantan,
con diferente voz se condolecen,
y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras, que reclinan
su cuerpo fatigado,
dejan el sosegado
sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí te endureciste,
los ojos aún siquiera no volviendo
a lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Mas ya que a socorrerme aquí no vienes,
no dejes el lugar que tanto amaste,
que bien podrás venir de mí segura;
yo dejaré el lugar do me dejaste;
ven, si por sólo esto te detienes;
ves aquí un prado lleno de verdura,
ves aquí una espesura,
ves aquí una agua clara,
en otro tiempo cara,
a quien de ti con lágrimas me quejo.
Quizá aquí hallarás (pues yo me alejo)
al que todo mi bien quitarme puede;
que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede.

Aquí dio fin a su cantar Salicio,
y suspirando en el postrero acento,
soltó de llanto una profunda vena.
Queriendo el monte al grave sentimiento
de aquel dolor en algo ser propicio,
con la pesada voz retumba y suena.
La blanca Filomena,
casi como dolida
y a compasión movida,
dulcemente responde al son lloroso.
Lo que cantó tras esto Nemoroso
decidlo vos Piérides, que tanto
no puedo yo, ni oso,
que siento enflaquecer mi débil canto.

Nemoroso:

Corrientes aguas, puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado, de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento,
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas de alegría.

Y en este mismo valle, donde agora
me entristezco y me canso, en el reposo
estuve ya contento y descansado.
¡Oh bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdome, durmiendo aquí alguna hora,
que despertando, a Elisa vi a mi lado.
¡Oh miserable hado!
¡Oh tela delicada,
antes de tiempo dada
a los agudos filos de la muerte!
Más convenible fuera aquesta suerte
a los cansados años de mi vida,
que es más que el hierro fuerte,
pues no la ha quebrantado tu partida.

¿Dó están agora aquellos claros ojos
que llevaban tras sí, como colgada,
mi ánima doquier que ellos se volvían?
¿Dó está la blanca mano delicada,
llena de vencimientos y despojos
que de mí mis sentidos le ofrecían?
Los cabellos que vían
con gran desprecio al oro,
como a menor tesoro,
¿adónde están? ¿Adónde el blando pecho?
¿Dó la columna que el dorado techo
con presunción graciosa sostenía?
Aquesto todo agora ya se encierra,
por desventura mía,
en la fría, desierta y dura tierra.

¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
cuando en aqueste valle al fresco viento
andábamos cogiendo tiernas flores,
que había de ver con largo apartamiento
venir el triste y solitario día
que diese amargo fin a mis amores?
El cielo en mis dolores
cargó la mano tanto,
que a sempiterno llanto
y a triste soledad me ha condenado;
y lo que siento más es verme atado
a la pesada vida y enojosa,
solo, desamparado,
ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa.

Después que nos dejaste, nunca pace
en hartura el ganado ya, ni acude
el campo al labrador con mano llena.
No hay bien que en mal no se convierta y mude:
la mala hierba al trigo ahoga, y nace
en lugar suyo la infelice avena;
la tierra, que de buena
gana nos producía
flores con que solía
quitar en sólo vellas mil enojos,
produce agora en cambio estos abrojos,
ya de rigor de espinas intratable;
yo hago con mis ojos
crecer, llorando, el fruto miserable.

Como al partir del sol la sombra crece,
y en cayendo su rayo se levanta
la negra escuridad que el mundo cubre,
de do viene el temor que nos espanta,
y la medrosa forma en que se ofrece
aquello que la noche nos encubre,
hasta que el sol descubre
su luz pura y hermosa:
tal es la tenebrosa
noche de tu partir, en que he quedado
de sombra y de temor atormentado,
hasta que muerte el tiempo determine
que a ver el deseado
sol de tu clara vista me encamine.

Cual suele el ruiseñor con triste canto
quejarse, entre las hojas escondido,
del duro labrador, que cautamente
le despojó su caro y dulce nido
de los tiernos hijuelos, entre tanto
que del amado ramo estaba ausente,
y aquel dolor que siente
con diferencia tanta
por la dulce garganta
despide, y a su canto el aire suena,
y la callada noche no refrena
su lamentable oficio y sus querellas,
trayendo de su pena
al cielo por testigo y las estrellas;

desta manera suelto yo la rienda
a mi dolor, y así me quejo en vano
de la dureza de la muerte airada.
Ella en mi corazón metió la mano,
y de allí me llevó mi dulce prenda,
que aquél era su nido y su morada.
¡Ay muerte arrebatada!
Por ti me estoy quejando
al cielo y enojando
con importuno llanto al mundo todo:
tan desigual dolor no sufre modo.
No me podrán quitar el dolorido
sentir, si ya del todo
primero no me quitan el sentido.

Una parte guardé de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño,
que nunca de mi seno se me apartan;
descójolos, y de un dolor tamaño
enternecerme siento, que sobre ellos
nunca mis ojos de llorar se hartan.
Sin que de allí se partan,
con sospiros calientes,
más que la llama ardientes,
los enjugo del llanto, y de consuno
casi los paso y cuento uno a uno;
juntándolos, con un cordón los ato.
Tras esto el importuno
dolor me deja descansar un rato.

Mas luego a la memoria se me ofrece
aquella noche tenebrosa, escura,
que siempre aflige esta ánima mezquina
con la memoria de mi desventura
Verte presente agora me parece
en aquel duro trance de Lucina,
y aquella voz divina,
con cuyo son y acentos
a los airados vientos
pudieras amansar, que agora es muda.
Me parece que oigo que a la cruda,
inexorable diosa demandabas
en aquel paso ayuda;
y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas?

¿Ibate tanto en perseguir las fieras?
¿Ibate tanto en un pastor dormido?
¿Cosa pudo bastar a tal crüeza,
que, conmovida a compasión, oído
a los votos y lágrimas no dieras,
por no ver hecha tierra tal belleza,
o no ver la tristeza
en que tu Nemoroso
queda, que su reposo
era seguir tu oficio, persiguiendo
las fieras por los monte, y ofreciendo
a tus sagradas aras los despojos?
¿Y tú, ingrata, riendo
dejas morir mi bien ante los ojos?

Divina Elisa, pues agora el cielo
con inmortales pies pisas y mides,
y su mudanza ves, estando queda,
¿por qué de mí te olvidas y no pides
que se apresure el tiempo en que este velo
rompa del cuerpo, y verme libre pueda,
y en la tercera rueda,
contigo mano a mano,
busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
do descansar y siempre pueda verte
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte?

------

Nunca pusieran fin al triste lloro
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que sólo el monte oía,
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol bordadas de oro,
no vieran que era ya pasado el día,
la sombra se veía
venir corriendo apriesa
ya por la falda espesa
del altísimo monte, y recordando
ambos como de sueño, y acabando
el fugitivo sol, de luz escaso,
su ganado llevando,
se fueran recogiendo paso a paso.

http://www.rtve.es/alacarta/audios/musica-antigua/musica-antigua-dulce-lamentar-dos-pastores-01-02-13/1680546/

Soneto XIII. El asunto mitológico de fuente ovidiana
La pintura de Antonio Pollaiuolo titulada “Apolo y Dafne”

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían;

de áspera corteza se cubrían 5
los tiernos miembros que aun bullendo 'staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.

Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía 10
este árbol, que con lágrimas regaba.

¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

El tema del “Collige, virgo, rosas”, derivado del “Carpe diem”

Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena 5
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado 10
cubra de nieve la hermosa cumbre;

marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

Vicente Cristóbal López, "Entre el placer y la virtud", ABC Literario del 27 de noviembre dce 1992, p. 25
http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/cultural/1992/11/27/025.html
Vicente Cristóbal López, “Horacio y el Carpe Diem”, Bimilenario de Horacio / coord. por José Carlos Fernández Corte, Rosario Cortés Tovar, 1994, ISBN 84-7481-791-9, págs. 171-192

Y no me resisto a recomendaros la exquisita lectura del siguiente ensayo de Ángel Crespo, "Las rosas tardías de la poesía romana", en Por los siglos (ensayos sobre literatura comparada), Valencia, Pre-textos, 2001, pp. 15-28. Además del tratamiento exhaustivo del tema, con el imprescindible "collige, virgo, rosas" de Ausonio, hay unas brillantes reflexiones acerca de la llamada "decadencia" de la literatura romana.

Fray Luis y su traducción de las Bucólicas de Virgilio, especialmente la primera

Mel.- Tú, Títiro, a la sombra descansando
desta tendida haya, con la avena
el verso pastoril vas acordando.
Nosotros, desterrados; tú, sin pena,
cantas de tu pastora, alegre, ocioso,
y tu pastora el valle y monte suena.
Tít.- Pastor, este descanso tan dichoso
Dios me lo concedió, que reputado
será de mí por dios aquel piadoso,
Y bañará con sangre su sagrado
altar muy muchas veces el cordero
tierno, de mis ganados degollado.
Que por su beneficio soy vaquero,
y canto, como ves, pastorilmente
lo que me da contento y lo que quiero.
Mel.- No te envidio tu bien; mas grandemente
me maravillo haberte sucedido
en tanta turbación tan felizmente.
Todos de nuestro patrio y dulce nido
andamos alanzados. Vesme agora
aquí cuál voy enfermo y afligido,
Y guío mis cabrillas; y esta que hora
en medio aquellos árboles parida,
¡ay!, con lo que el rebaño se mejora.
Dejó dos cabritillos, dolorida,
encima de una losa, fatigado
de mí sobre los hombros es traída.
¡Ay triste!, que este mal y crudo hado,
a nuestro entendimiento no estar ciego
mil veces nos estaba denunciado.
Los robles lo decían ya, con fuego
tocados celestial, y lo decía
la siniestra corneja desde luego.
Mas tú, si no te ofende mi porfía,
declárame, pastor, abiertamente
quién es aqueste dios de tu alegría.
Tít.- Pensaba, Melibeo, neciamente,
pensaba yo que aquella que es llamada
Roma, no era en nada diferente
De aquesta villa nuestra acostumbrada,
adonde las más veces los pastores
Llevamos ya la cría destetada.
Ansí con los perrillos los mayores,
ansí con las ovejas los corderos,
y con las cosas grandes las menores.
Solía comparar; mas los primeros
lugares, con aquélla comparados,
son como dos extremos verdaderos,
Que son de Roma ansí sobrepujados,
cual suelen del ciprés, alto y subido,
los bajos romerales ser sobrados.
Mel.- Pues di: ¿cuál fue la causa que, movido,
a Roma te llevó? Tit.- Fue libertarme;
lo cual, aunque algo tarde, he conseguido.
Que, al fin, la libertad quiso mirarme
después de luengo tiempo, y, ya sembrado
de canas la cabeza, pudo hallarme;
Después que Galatea me ha dejado,
y soy de la Amarilis prisionero,
y vivo a su querer todo entregado.
Que en cuanto duró aquel imperio fiero
en mí de Galatea, yo confieso
que ni curé de mí ni del dinero.
Llevaba yo a la villa mucho queso;
vendía al sacrificio algún cordero,
mas no volvía rico yo por eso.
Mel.- Y esto fue aquel semblante lastimero
que tanto en Galatea me espantaba;
esto por qué llamaba al cielo fiero.
Esto por qué tristísima dejaba
la fruta sin coger en su cercado,
pues Títiro, su bien, ausente estaba.
Tú, Títiro, te habías ausentado,
los pinos y las fuentes te llamaban,
las yerbas y las flores de este prado.
Tít.- ¿Qué pude? Que mil males me cercaban,
y allí para salir de servidumbre
los cielos más dispuestos se mostraban.
Que allí vi, Melibeo, aquella cumbre,
aquel divino mozo por quien uno
mi altar en cada mes enciende lumbre.
Allí primero dél que de otro alguno
oí: «Paced, vaqueros, libremente,
paced como solía cada uno».
Mel.- Por manera que a ti perpetuamente
te queda tu heredad, ¡oh bienhadado!,
aunque pequeña, pero suficiente.
Bastante para ti demasiado,
aunque de pedregal y de pantano
lo más de toda ella está ocupado.
No dañará el vecino grey mal sano
con males pegadizos tu rebaño,
dejando tu esperanza rica en vano.
No causará dolencia el pasto extraño
en lo preñado dél, ni en lo parido
las nunca usadas yerbas harán daño.
Dichoso poseedor, aquí tendido
del fresco gozarás, junto a la fuente
a la margen del río do has nacido.
Las abejas aquí continamente,
deste cercado hartas de mil flores,
te adormirán sonando blandamente.
Debajo la alta peña sus amores
el leñador aquí, cantando al viento,
esparcirá, y la tórtola dolores.
La tórtola en el olmo haciendo asiento
repetirá su queja, y tus queridas
palomas sonarán con ronco acento.
Tít.- Primero los venados las tendidas
lagunas pacerán, y el mar primero
denegará a los peces sus manidas,
Y beberá el Germano y Parto fiero,
troncando sus lugares naturales,
el Albi aquéste, el Tigri aquél, ligero;
Primero, pues, que aquellas celestiales
figuras de aquel mozo, de mi pecho
borradas, desparezcan las señales.
Mel.- Nosotros pero iremos con despecho,
unos, a los sedientos Africanos,
otros, a los de Scitia, campo estrecho,
Y otros a los montes y a los llanos
de la Creta, y del todo divididos
de nuestra redondez a los Britanos.
Después de muchos días ya corridos,
¡ay!, si avendrá que viendo mis majadas,
las pobres chozas, los paternos nidos;
Después de muchas mieses ya pasadas,
si viéndolas diré maravillado:
¡Ay, tierras, ay, dolor, mal empleadas!
¿Tan buenas posesiones un soldado
maldito, y tales mieses tendrá un fiero?
¡Ved para quién hubimos trabajado!
Ved a qué miserable y lastimero
estado a los cuitados ciudadanos
condujo el obstinado pecho entero.
Ve, pues, ¡oh Melibeo!, y con tus manos
en orden pon las vides, y curioso
enjiere los perales y manzanos.
Andad, ganado mío, ya dichoso;
dichosas ya en un tiempo, id, cabras mías,
que ya no cual solía, alegre, ocioso,
No estando ya tendido en las sombrías
cuevas, os veré lejos ir paciendo,
colgadas por las peñas altas, frías.
No cantaré; ni yéndoos yo paciendo,
vosotras ni del cítiso florido,
ni del amargo sauce iréis cogiendo.
Tít.- Podrías esta noche aquí tendido
en blanda y verde hoja dar reposo
al cuerpo flaco, al ánimo afligido.
Y cenaremos bien, que estoy copioso
de maduras manzanas, de castañas
enjertas, y de queso muy sabroso.
Y ya las sombras caen de las montañas
más largas, y convidan al sosiego;
y ya de las aldeas y cabañas
despide por los techos humo el fuego.

Fray Luis y Horacio, vida retirada (Horacio, Ep. 2,1 Beatus ille qui procul negotiis)

Versión musical de Mudarra: http://www.youtube.com/watch?v=U51HaecSJgw

ODA I - VIDA RETIRADA

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

El Renacimiento de los clásicos (primera parte): cuestiones preliminares y Lazarillo

Entramos en una nueva etapa de la historia literaria y cultural. La filología y el conocimiento del latín se convierten en la verdadera llave que nos lleva a los clásicos. Damos dos pasos hacia atrás para dirigir nuestro rumbo hacia delante: el pasado se convierte en la garantía que funda el futuro. Por ello, en este capítulo, a pesar de estar dedicado al siglo XVI, volvemos de nuevo nuestra mirada al siglo XV, en particular a las Introductiones Latinae de Nebrija, que suponen, gracias a su limpio planteamiento gramatical, la puerta de entrada de las letras clásicas en la literatura española. Asimismo, dentro de los preliminares, trataremos brevemente acerca de una tradición literaria que pudo ser y no fue dentro de nuestras letras, como es la de la Biblia. A diferencia de la literatura inglesa, la española no ha tenido el peso de las letras bíblicas. Asimismo, ligado a este tema, no podemos dejar de hablar acerca de Erasmo y el erasmismo, aprovechando, asimismo, que acaba de descubrirse en Ámsterdam (cuya Sinagoga de los portugueses reproduzco en la fotografía) la primera traducción del Elogio de la locura de Erasmo al español. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE
La llave del latín. Las Introductiones Latinae de Nebrija

http://elpais.com/diario/1981/01/16/cultura/348447601_850215.html

La Biblia del Oso

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/cultural/2001/09/08/028.html

Imprenta y bibliofilia

http://www.slideshare.net/pacogarjur/bibliofilia-y-poder

Erasmo y el erasmismo

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/15/actualidad/1329323824_315470.html

La biblioteca de Bancarrota y los libros heterodoxos: Lazarillo y Erasmo

http://194.179.111.13:8080/biex/static/bb.action

Francisco RICO, “La librería de Barcarrota”, en Los discursos del gusto. Notas sobre clásicos y contemporáneos, Barcelona, 2003, pp. 222-225 (El País, suplemento Babelia, nº 431, 26-II-2000);

El prólogo del Lazarillo de Tormes y los tópicos literarios que nacen en la literatura antigua:

Prólogo
Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas (1), vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido (2), pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite (3). Y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena (4); mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello, y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son (5). Y esto para que ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar de ella algún fructo (6).
Porque, si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben (7). Y, a este propósito, dice Tulio: «La honra cría las artes» (8).
¿Quién piensa que el soldado que es primero del escala tiene más aborrecido el vivir? No por cierto; mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro; y así en las artes y letras es lo mismo (9). Predica muy bien el presentado y es hombre que desea mucho el provecho de las ánimas; mas pregunten a su merced si le pesa cuando le dicen: «¡Oh, qué maravillosamente lo ha hecho vuestra reverencia!» (10). Justó muy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete de armas al truhán, porque le loaba de haber llevado muy buenas lanzas: ¿qué hiciera si fuera verdad?
Y todo va de esta manera: que, confesando yo no ser más santo que mis vecinos, de esta nonada, que en este grosero estilo escribo, no me pesará que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantas fortunas, peligros y adversidades.
Suplico a Vuestra Merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, pareciome no tomarle por el medio, sino del principio (11), porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto (12).

(1)Horacio, Odas 3,1,2-4 “Carmina non prius audita… canto”
(2) La “sepultura del olvido” está en Cicerón (Cic. Arch. 24): “¡Cuántos cronistas de sus hazañas se cuenta que llevó consigo el célebre Alejandro Magno! Y sin embargo, cuando llegó junto al sepulcro de Aquiles en Sigeo, exclamó: «¡Qué afortunado joven, que tuviste a Homero como cantor de tu valor!» Y con razón, pues, sino hubiera existido la famosa Ilíada, el mismo túmulo que tapaba su cuerpo también también habría sepultado su nombre. Y nuestro gran Pompeyo, que igualó su fortuna a su valor, ¿acaso no concedió la ciudadanía durante una arenga a Teófanes de Mitilene, relator de sus gestas, y no es cierto que aquellos hombres valerosos pero rudos soldados aprobaron aquello en medio de un enorme griterío como si fueran partícipes del premio, contagiados del dulce favor de la gloria?” (Cicerón, Discurso en defensa del poeta Arquías, Trad. de Antonio Espigares, Madrid, 2000)
Asimismo, vemos cómo en la carta que Plinio el Joven escribe acerca de la fama (Ep. IX 23) el cultivo de la letras no se presenta como una mera cuestión desinteresada o autocomplaciente. Su fin es lograr una gloria inmortal entre los hombres.
(3) Horacio, Ars Poetica 333 “aut prodesse … aut delectare”
(4) Plinio el Joven, Epístolas 3,5,10 “Dicere etiam solebat nullum esse librum tan malum, ut non ali qua parte prodesset”.
(5) Horacio, Epístolas 2,2,58-63 “denique non omnes eadem mirantur amantque… Renuis quod tu, iubet alter.” Puede encontrarse la misma idea tópica en el Diálogo de la lengua de Juan de Valdés: «Va sabéis que, assí como los gustos de los hombres son diversos, assí también lo son los juizios; de donde viene que, muchas vezes, lo que una aprueva condena otro, y lo que uno condena aprueva otro» (Valdés, J. de, p. 239).
(6) En particular, una frase de la carta de Plinio (verum fatebor, capio magnum laboris mei fructum [Plin. Ep. IX 23,5]) nos acerca directamente a la idea del fructus ciceroniano (Cic. Arch. 16): “Dentro de esta clase de personas está Escipión Africano, digno de estar entre los dioses y al que conocieron nuestros padres; están C. Lelio anciano, Catón, el más valeroso e instruido de su tiempo. Todos ellos, si los libros no les hubieran ayudado en nada a la hora de conocer y mejorar sus cualidades pesonales, nunca se habrían entregado a su estudio. Y aunque este beneficio tan enorme (hic tantus fructus) no fuera evidente y sólo buscáramos en ellos el mero placer, creo que consideraríais esta tendencia del espíritu la más digna del hombre, y la más liberadora.” (Ibidem). Precisamente, ecos notables de este discurso ciceroniano se encuentran dentro del prólogo del Lazarillo de Tormes, en particular esta idea del fruto de la gloria (“pudiendo sacar della algún fructo”).
(7) Comparemos el texto con lo que nos cuenta Michel de Montaigne al comienzo de sus ensayos: “Au Lecteur. C'EST icy un livre de bonne foy, lecteur. Il t'advertit dés l'entree, que je ne m'y suis proposé aucune fin, que domestique et privee: je n'y ay eu nulle consideration de ton service, ny de ma gloire: mes forces ne sont pas capables d'un tel dessein. Je l'ay voüé à la commodité particuliere de mes parens et amis: à ce que m'ayans perdu (ce qu'ils ont à faire bien tost) ils y puissent retrouver aucuns traicts de mes conditions et humeurs, et que par ce moyen ils nourrissent plus entiere et plus vifve, la connoissance qu'ils ont eu de moy. Si c'eust esté pour rechercher la faveur du monde, je me fusse paré de beautez empruntees. Je veux qu'on m'y voye en ma façon simple, naturelle et ordinaire, sans estude et artifice : car c'est moy que je peins. Mes defauts s'y liront au vif, mes imperfections et ma forme naïfve, autant que la reverence publique me l'a permis. Que si j'eusse esté parmy ces nations qu'on dit vivre encore souz la douce liberté des premieres loix de nature, je t'asseure que je m'y fusse tres-volontiers peint tout entier, Et tout nud. Ainsi, Lecteur, je suis moy-mesme la matiere de mon livre : ce n'est pas raison que tu employes ton loisir en un subject si frivole et si vain. A Dieu donq. De Montaigne, ce 12 de juin 1580”
(8) Cicerón, Tusc. 1,2,8 “honra alit artes”.
(9) La idea del deseo de alabanza en el cultivo de la artes está ampliamente desarrollada en el Pro Archia de Cicerón.
(10) Sobre la prevención de la vanagloria véase el De doctrina Christiana de San Agustín.
(11) La narratio puede disponerse en un orden natural o artificial. Cicerón, ad Atticum 1,16,1 y Quintiliano 7,10,11.
(12) F. Rico señala que esta frase del Lazarillo puede mantenerse dentro del “ámbito de un pasaje” del Bellum Iugurtinum de Salustio (1,1-3)

Siglo XVII: los clásicos y la estética barroca. La República literaria (primera parte)

Aunque la etimología no esté clara, nos sirve saber que probablemente la palabra "Barroco" derive del portugués "berrueco", o una perla irregular con deformaciones. La irregularidad, la línea curva y dinámica (como la que vemos en la fotografía de esta iglesia romana, San Andrea del Quririnal, diseñada por Bernini) se alían desde el punto de vista literario al predominio de la "inventio" y los juegos conceptuales. Hay clásicos más barrocos que otros, como puede ser el caso del historiador Tácito, o del poeta épico Lucano. Esto confiere a lo barroco una dimensión atemporal, como categoría filosófica y estética ("lo barroco" de Eugenio D'Ors) que nos sirve para comenzar reflexionando antes de adentrarnos en los sinuosos caminos de la tradición clásica a lo largo del siglo XVII. Por Francisco García Jurado.

-Elogio de la línea curva. El barroco como estética y visión del mundo. Un paseo por Roma.

http://www.facebook.com/media/set/?set=a.10150283566017199.338027.130834052198&type=3

Barroco histórico y frente a “lo barroco” como concepto filosófico y estético. El libro imprescindible:

Eugenio D’Ors, Lo barroco, prólogo de A. E. Pérez Sánchez y edición de Ángel d'Ors y A. García Navarro, Alianza/Tecnos, Madrid, 2002

Lo barroco de Eugenio d'Ors: “Lo barroco, nacida como la mayoría de las obras de Eugenio d’'Ors en las páginas del 'Glosario', recoge su propuesta de reemplazar la noción de 'el Barroco', como categoría puramente histórica y restringida al ámbito de las artes plásticas, por la de 'lo barroco', entendida como categoría filosófica, como 'constante histórica', contrapuesta a 'lo clásico'. 'Lo barroco' debe ser entendido como expresión de una cierta actitud del hombre ante la vida, que cabe reconocer en múltiples manifestaciones del espíritu, en cualquier etapa de la historia de la humanidad. 'Lo barroco' designa aquella actitud del espíritu que obedece al ciego impulso espontáneo de la naturaleza; 'lo clásico' por el contrario, aquella otra que se propone encauzar tales impulsos mediante su sumisión a un designio libre. Son las 'formas que vuelan' frente a las 'formas que pesan'. Y el autor, aunque propugna la primacía de 'lo clásico' en cuanto expresión más plena del ser del hombre, no puede dejar de sentir la fascinación de 'lo barroco', de esos juegos entre la sensibilidad y la inteligencia, en los que esta última debe salir victoriosa.

Pedro Aullón de Haro y la estética del barroco: http://elpais.com/diario/2004/11/09/cultura/1099954805_850215.html







-Miguel de Cervantes y la literatura latina: la concisión y la parodia

Sobre la concepción romántica del Quijote http://elpais.com/diario/2005/10/15/babelia/1129331828_850215.html

Una pincelada crítica de Paul Groussac, antecesor de Borges en la dirección de la Biblioteca Nacional Argentina, quien dice lo siguiente sobre la habilidad contemplativa y descriptiva de Cervantes y Virgilio:

“Digamos, sin embargo, para no exagerar, que al lado de sus insípidas descripciones «poéticas», tomadas en los libros, se encuentran en el Quijote algunas rápidas visiones de naturaleza, si bien más sugeridas que presentadas: tal, verbigracia, aquel croquis del Toboso dormido que, con cuatro o cinco rasgos triviales, produce una sensación total tan penetrante como el nox erat de Virgilio. Y acaso sea uno de los misterios del genio el dar la impresión de las cosas sin describirlas...” (Paul Groussac, “Cervantes y el Quijote”, en Crítica literaria, pp. 53-54)

La Eneida en el Quijote

Paladión

"Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha
Capítulo XLI De la venida de Clavileño, con el fin desta dilatada aventura

Y con esto se volvieron a subir en Clavileño, y al subir, dijo don Quijote:

-Tapaos, Sancho, y subid, Sancho; que quien de tan lueñes tierras envía por nosotros no será para engañarnos, por la poca gloria que le puede redundar de engañar a quien dél se fía; y puesto que todo sucediese al revés de lo que imagino, la gloria de haber emprendido esta hazaña no la podrá escurecer malicia alguna.

-Vamos, señor -dijo Sancho-; que las barbas y lágrimas destas señoras las tengo clavadas en el corazón, y no comeré bocado que bien me sepa hasta verlas en su primera lisura. Suba vuesa merced, y tápese primero; que si yo tengo de ir a las ancas, claro está que primero sube el de la silla.

-Así es la verdad -replicó don Quijote.

Y sacando un pañuelo de la faldriquera, pidió a la Dolorida que le cubriese muy bien los ojos; y habiéndoselos cubierto, se volvió a descubrir y dijo:

-Si mal no me acuerdo, yo he leído en Virgilio [1] aquello del Paladión de Troya, que fue un caballo de madera que los griegos presentaron a la diosa Palas, el cual iba preñado de caballeros armados, que después fueron la total ruina de Troya; y así, será bien ver primero lo que Clavileño trae en su estómago.

-No hay para qué -dijo la Dolorida-; que yo le fío y sé que Malambruno no tiene nada de malicioso ni de traidor; vuesa merced, señor don Quijote, suba sin pavor alguno, y a mi daño si alguno sucediere."

Nota: Se está refiriendo al caballo de Troya, inspirado por Palas Atenea (Eneida, II, 14-20), pero no a ella presentado, como indica aquí DQ y era moneda corriente en la época; el Paladión, en realidad, era una imagen de Palas esculpida por ella misma.

Tirios y Troyanos

"Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha
Capítulo XXVI Donde se prosigue la graciosa aventura del titerero, con otras cosas en verdad harto buenas

«Callaron todos, tirios y troyanos [1]», quiero decir, pendientes estaban todos los que el retablo miraban de la boca del declarador de sus maravillas, cuando se oyeron sonar en el retablo cantidad de atabales y trompetas y dispararse mucha artillería, cuyo rumor pasó en tiempo breve, y luego alzó la voz el muchacho y dijo:

—Esta verdadera historia que aquí a vuesas mercedes se representa es sacada al pie de la letra de las corónicas francesas y de los romances españoles que andan en boca de las gentes y de los muchachos por esas calles. Trata de la libertad que dio el señor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba entonces la que hoy se llama Zaragoza [3]; y vean vuesas mercedes allí cómo está jugando a las tablas don Gaiferos, según aquello que se canta:

Jugando está a las tablas don Gaiferos,
que ya de Melisendra está olvidado.”

Nota: ‘cartagineses y troyanos’. Es el comienzo del libro segundo de la Eneida, en la traducción de Gregorio Hernández de Velasco (Amberes, 1557), en el momento en que Eneas va a contar a Elisa Dido la guerra y destrucción de Troya."

Bibiliografía esencial
Antonio Barnés, Yo he leído en Virgilio. La tradición clásica en el Quijote, Vigo, Editorial Academia del Hispanismo, 2009
Tarsicio Herrera Zapién, Las aventuras romanas de Don Quijote
http://www.asociamec.org.mx/IIColoquioPDFs/11_HERRERA.pdf



Apuleyo y la lucha de don Quijote contra los cueros de vino (primera parte, capítulo XXXV) BAMBECK, Manfred: «Apuleyo y la lucha de Don Quijote contra los cueros de vino». Prohemio, 5 [2-3] (1974), 241- 252

Siglo XVII: los clásicos y la estética barroca. La República literaria (tercera parte y final)

Terminamos el siglo XVII con las obras en prosa. Comenzamos por El Buscón de Quevedo, del que vamos a revisar las fuentes plautinas y erasmianas que subyacen bajo la figura del terrible avaro. Baltasar Gracián y la agudeza de sus conceptos nos llevan hasta autores latinos tan queridos por la estética barroca como los hispanos Séneca y Marcial. Finalmente, de la mano del gramático Varrón, recorreremos la República literaria de Saavedra Fajardo, lugar poblado por los mejores genios. La barroca Biblioteca Palafoxiana de Puebla (México) puede ilustrar esta atmósfera ideal de la cultura. POR FRANCISCO GARCIA JURADO
Quevedo: fuentes plautinas y erasmianas de El Buscón

En su artículo titulado “Fuentes clásicas y erasmianas del episodio del dómine Cabra”, Vilanova (1980, pp. 355-388) muestra la influencia que sobre la conformación de la figura del dómine Cabra tienen, por un lado, los avaros Euclión, de la Aulularia de Plauto y Milón, del Asno de Oro de Apuleyo. En cuanto a la descripción de la casa del dómine y el estado en que tiene a sus pupilos destaca la influencia del Guzmán de Alfarache (Segunda Parte, Lib. III. Cap. IV) y la obra de Erasmo, Opulentia Sordida. Por último, en la Ictiofagia de Erasmo se describe con mayor énfasis la crueldad inflexible y bárbara de los maestros de su época, que Quevedo también tuvo en cuenta para configurar el carácter de su dómine.

“Entramos, el primer domingo después de Cuaresma, en poder del hambre viva, porque tal lacería no admite encarecimiento. Él era un clérigo cervatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán), los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros, que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los habían desterrado; el gaznate largo como de avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad, los brazos secos, las manos como un manojo de sarmientos cada una. Mirado de medio abajo, parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los huesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética; la barba grande, que nunca se la cortaba por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de nosotros. Traía un bonete los días de sol, ratonado con mil gateras y guarniciones de grasa; era de cosa que fue paño, con los fondos en caspa. La sotana, según decían algunos era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde lejos entre azul. Llevábala sin ceñidor; no traía ni cuellos ni puños. Parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba para un filisteo. Pues su aposento, aun arañas no había en él. Conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba. La cama tenía en el suelo, y dormía siempre de un lado para no gastar las sábanas. Al fin, él era archipobre y protomiseria.” (Francisco de Quevedo, La vida del Buscón llamado Don Pablos. Edición de Domingo Ynduráin. Texto fijado por Fernando Lázaro Carreter, Madrid, Cátedra, 1996, pp. 115-117)

Francisco García Jurado y Javier Espino Martín, Dómines y pedantes. Enseñar latín en la literatura española

Construcción de un personaje literario. El profesor de latín en la literatura española: http://www.slideshare.net/nochesaticas/el-profesor-de-latn-en-la-literatura-espaola-2540877

Gracián, Séneca y Marcial

Las reflexiones sobre la agudeza del ingenio, tan queridas por autores del XVII de tradición senequista, como Gracián (Séneca, De tranquilitate animi 1,15):

“DISCURSO LXIII LAS CUATRO CAUSAS DE LA AGUDEZA

La cognición de un sujeto por sus causas, es cognición perfecta; cuatro se le hallan a la agudeza, que cuadran su perfección: el ingenio, la materia, el ejemplo y el arte. Es el ingenio la principal, como la eficiente; todas sin él no bastan, y el basta sin todas; ayudado de las demás, intenta excesos y consigue prodigios, mucho mejor si fuese inventivo y fecundo; es perenne y manantial de conceptos y un continuo mineral de sutilezas. Dicen que naturaleza hurtó al juicio todo lo que aventajó al ingenio, en que se funda aquella paradoja de Séneca, que todo ingenio grande tiene un grado de demencia” (Gracián, Agudeza y Arte del ingenio II, Madrid 2001: 253-4)

Curiosa pervivencia de la agudeza en Edgar Alan Poe:

NIHIL SAPIENTIAE ODIOSIVS ACVMINE NIMIO (Séneca-Poe)
http://lectoresaudaces.blogspot.com.es/2009/01/edgar-allan-poe-y-el-latin-segunda.html

Un poema de marcial como apoyo conceptual.
http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/p297/12593061990149396310846/ima0024.htm

Cultura
Érase una vez... el sentido común
Marc Fumaroli discurre de Montaigne a La Fontaine en «La diplomacia del ingenio», que reúne dieciséis ensayos
SERGI DORIA / BARCELONA
ABC Día 23/05/20110 Comentarios¿Qué conecta a los españoles Séneca, Quevedo, Gracián y Cervantes con los franceses Molière, Montaigne, La Fontaine y Perrault? Ingenio y sentido común. En «La diplomacia del ingenio» (Acantilado), Marc Fumaroli marca un siglo en el calendario. El XVII. Y un año: 1642, cuando Baltasar Gracián publica «Agudeza y arte de ingenio». El jesuita aragonés, apunta el catedrático de La Sorbona, «da un postrer brillo a la poética de la prosa de arte española, como si esa afirmación simbólica respondiera, en el plano del ingenio, a la derrota en el plano de las armas». El arte del ingenio que postula Gracián se parecería a la tauromaquia porque, añade Fumaroli, «se cifra totalmente en el estilo y acepta la muerte en pago del más mínimo error, el menor retraso, la menor superfluidad... Un método retórico que se superpone a todos los géneros literarios, en prosa o verso». Si acudimos al símil futbolístico, en la liga de la palabra compiten tres selecciones que aspiran al trofeo del refinamiento: España, Francia e Italia.
El ingenio como hegemonía imperial evolucionará en diplomacia de la conversación. La diplomacia del ingenio alumbra los géneros literarios más actuales. A la novela se añade el ensayo, las memorias, la literatura epistolar, el pensamiento aforístico. Una nueva prosa que no se limita al círculo de iniciados, subraya Fumaroli, apela al sentido común: «Entre el ingenio y el vulgar sentido común, que sigue ciegamente la opinión, se extiende el fértil dominio del sentido común en su acepción ciceroniana». Un espacio que comunica la alta cultura con la popular. El modelo es Montaigne: aúna ingenio y sabiduría civil para consolarse de un mundo violento. Aislado en su torre intenta «amansar las fieras que han provocado las guerras de religión y las guerras dinásticas». Definitivamente moderno, Montaigne elude formalismos cortesanos para explayarse «en la confidencia del alma y la libre sinceridad». En los «Ensayos», Fumaroli detecta un «estilo de la libertad» que huye de la cultura institucional y «su retórica de aparato». Un estilo deudor de Séneca, donde «la humildad es sólo aparente, o más bien una extrema ironía». Asoma el sujeto privado: su discurso civil prefigura los derechos humanos.
Clasicismo francés
En treinta años, el autor de «El Estado Cultural» ha estirado el hilo conductor del clasicismo francés: los dieciséis ensayos de «La diplomacia del ingenio» demuestran la conexión entre el teatro de Molière, Corneille, Marivaux y Beumarchais; el arte de la conversación, las novelas epistolares o dialogadas, el protagonismo literario de la mujer, el «Discurso del método» de Descartes, los primeros tratamientos de la melancolía, «enfermedad del amor» que Cervantes disecciona en «El curioso impertinente» y los cuentos infantiles.
Publicada en 1605, la «nouvelle» cervantina despertó tanto interés en Francia, explica Fumaroli, que vio la luz un año después, en 1606, «en edición bilingüe, antes incluso de traducirse el Quijote...» Basándose en el «Orlando furioso», Cervantes concilia «la risueña ironía de Ariosto con la compasión identificadora de las novelas de caballerías». El «Curioso» inspirará tragedias de la Inglaterra jacobina, la princesa de Clèves de madame de La Fayette y al Corneille que mira a España adaptando a Guillén de Castro en su obra «El Cid».
Centrada en el sentido común, la «diplomacia del ingenio» atraviesa las fábulas y cuentos: el disco duro de nuestra primera memoria. «Coach» avant la lettre, La Fontaine nos ayuda a salir bien parados de los lances sociales con sus cuervos, ranas, liebres y zorras inquietantemente humanos. Perrault tamiza con sentido común los cuentos crueles del aprendizaje vital: de Caperucita Roja a Cenicienta, pasando por la Bella Durmiente, el Gato con Botas, las hadas, Barba azul y Piel de asno. Bajo la máscara «infantil» de un mero transmisor de los cuentos de la abuela, concluye Fumaroli, «Perrault estaba confiriendo a la lengua clásica, purificada para adaptarla al delicado oído de las damas de la alta sociedad, la inocencia de un mito de origen y la infancia». La alquimia de las palabras. El arte supremo de contar: «Érase una vez...»

Saavedra Fajardo y la República literaria

Sobre Saavedra Fajardo es pertinente escuchar esta conferencia del profesor Fernando Bouza: http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?id=1546

La metáfora, más bien la alegoría del lugar imaginario donde habitan los autores, que es recorrido y narrado asimismo por un autor, ha tenido un gran desarrollo en la literatura. De manera particular, la imagen ideal de una ciudad de literatos, que en su versión latina se enuncia como Res Publica Litterarum, si bien es una formulación propiamente humanista, está estrechamente unida al género del somnium, que hunde sus raíces (Seguimos en estas líneas la excelente introducción de García López a la República literaria de Diego Saavedra Fajardo (García López 2006, pp. 16-24)) en obras tales como la República de Platón o el Somnium Scipionis ciceroniano, que se inspira en la anterior. No debe olvidarse tampoco la sátira lucianesca, o el modelo del descenso al infierno que tiene lugar en el libro VI de la Eneida. El humanismo del siglo XVI confiere forma propia a este tipo de viajes literarios por una república ideal. A ello han contribuido obras como el comentario de Vives al Somnium Scipionis o el propio Somnium de Justo Lipsio, concebido como una sátira menipea, género también de gran arraigo en la Antigüedad (Varrón) que será muy productivo en los tiempos modernos. En la literatura española la República literaria por excelencia es la descrita por Saavedra Fajardo en dos redacciones diferentes, hace poco editadas conjuntamente por García López.
Una de las fuentes de la república literaria que describe Saavedra Fajardo está en una interesante obra de Vives, la que lleva el título de El templo de las leyes, donde el autor, que pretende acceder al recinto donde están las leyes, se encuentra con un portero que habla en latín arcaico:

"Admiraba yo la novedad de estas cosas tan sabrosas y divertidas, pero cuando quise subir más arriba y mirarlo todo, topé con un portero cargado de años que estaba luchando con una multitud de hombres a los que impedía entrar. Era éste un hombre de gran antigüedad y majestad venerable, pero tenía algo de rancio y olía un poco mal." (Vives 1988, p. 166)

Es importante señalar la función de este verdadero obstáculo a la hora de acceder al recinto sagrado del saber, pues luego lo encontraremos reflejado en los gramáticos que son guardianes de la república en Saavedra Fajardo. La obra de Saavedra Fajardo es una alegoría en la que el autor recrea una ciudad formada por escritores y eruditos. En ella, gramáticos y críticos –la forma que tiene Saavedra Fajardo de denominar a los humanistas- desempeñan un papel relevante, puesto que son la base de la sociedad de la república. Precisamente, en la segunda versión que Saavedra Fajardo preparó de su obra elige a Marco Varrón como guía para recorrer la república de los literatos:

"Halleme a la vista de una ciudad cuyos capiteles de plata y oro bruñido deslumbraban la vista y se levantaban a comunicarse con el cielo. Su hermosura encendió en mí un gran deseo de verla y ofreciéndose entonces delante de mí un hombre anciano que se encaminaba a ella, le alcancé, y trabando con él conversación, supe que llamaba Marco Varrón, de cuyos estudios y erudición en todas materias, profanas y sagradas, tenía yo muchas noticias por testimonio de Cicerón y de otros. Y preguntándole yo qué ciudad era aquella me dijo con agrado y cortesía que era la República Literaria, ofreciéndose a mostrarme lo más curioso della. Aceté la compañía y la oferta, y fuimos caminando en buena conversación." (Saavedra Fajardo 2006, pp. 195-196)

FRANCISCO GARCÍA JURADO
TÍTULO: “Los clásicos en la república literaria”REF. M. García de Iturrospe (ed.), Antiguos y modernos. Presencias clásicas, de la antigüedad al siglo XXI, Vitoria, Universidad del País Vasco, 2009, 147-157

martes, 19 de marzo de 2013

Clásico, no proletario

Comenzamos esta semana las clases analizando el término "clásico", que tan útil nos será para poder entender cabalmente lo que queremos decir cuando hablamos de "tradición clásica". De momento, vamos a presenciar la primera vez que un autor latino utilizó el término "clásico" para referirse a los mejores autores. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE


A menudo es difícil saber cuál es el principio de las cosas y el origen de las palabras. De manera excepcional, en el caso que nos ocupa, sabemos quién utilizó por primera vez la palabra “clásico” para referirse a los mejores autores. Se trataba de Aulo Gelio, autor latino del siglo II de nuestra era, que utilizó de manera metafórica el término cuando recreaba, precisamente, una conversación con su amigo Cornelio Frontón, conocido por su epistolario. Gelio es muy dado a la transcripción ficticia de conversaciones mantenidas en un pasado más o menos reciente, ya sea durante su más tierna juventud en Roma, la etapa de sus estudios en Atenas, o su posterior actividad como juez de nuevo en Roma. Aulo Gelio hace que sea Frontón quien tome prestado el término “clásico” con el viejo sentido de la división por clases que existía en Roma durante los antiguos tiempos del rey Servio Tulio. Precisamente, de esta división social y del viejo sentido de “clásico” se nos habla en otro de los capítulos de sus Noches áticas:

“Classici” dicebantur non omnes, qui in quinque classibus erant, sed primae tantum classis homines, qui centum et uiginti quinque milia aeris ampliusue censi erant. “Infra classem” autem appellabantur secundae classis ceterarumque omnium classium, qui minore summa aeris, quod supra dixi, censebantur. Hoc eo strictim notaui, quoniam in M. Catonis oratione, qua Voconiam legem suasit, quaeri solet, quid sit “classicus”, quid “infra classem”. (Gel. 6,13)

No se llamaba “clásicos” a todos los que estaban en las cinco clases, sino tan sólo en la primera, aquellos que estaban censados con un patrimonio de 125.000 ases o superior. Por su parte, se llamaban infra classem a los de la segunda clase y el resto, aquellos que estaban censados por una cantidad menor de dinero que la arriba citada. Por ello, he escrito esta breve nota, porque en el discurso de Marco Catón donde abogó a favor de la ley Voconia suele preguntarse que es classicus y qué infra classem. (trad. de F. García Jurado)

De esta breve noticia que nos ofrece Aulo Gelio cabe destacar la posición preeminente que ocupan los llamados classici, que constituían en realidad la clase de los miembros egregios dentro de una sociedad jerarquizada por la solvencia económica. Así pues, la classis por antonomasia era únicamente la primera, pues las cuatro clases inferiores, según nos cuenta Gelio, se denominarían infra classem por estar debajo de aquélla. Por esta razón, cuando en la conversación con su amigo Frontón se utiliza el término classicus para hablar de los mejores escritores, sabemos claramente que se refiere a los más granados, sólo los de ese primer orden, en el contexto de una oportuna y sutil metáfora que sugiere de manera implícita la existencia de una sociedad literaria ideal y atemporal:

Ite ergo nunc et, quando forte erit otium, quaerite an “quadrigam” et “harenas” dixerit e cohorte illa dumtaxat antiquiore uel oratorum aliquis uel poetarum, id est classicus adsiduusque aliquis scriptor, non proletarius. (Gel. 19,8,15)

Partid, por tanto, ahora, y en cuanto os sea posible, mirad a ver si ha utilizado los términos “quadriga” y “harenas” alguno de la cohorte antigua de oradores o poetas, es decir, algún escritor clásico y solvente, no un proletario. (trad. de F. García Jurado)
PODÉIS LEER EL TRABAJO COMPLETO EN LA SIGUIENTE DIRECCIÓN ELECTRÓNICA: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=59115484009

FRANCISCO GARCÍA JURADO

Literatura europea y Edad Media española (segunda parte)

En esta segunda parte seguiremos leyendo al Arcipreste de Hita (s. XIV) y llegaremos hasta el siglo XV con La Celestina y Juan del Encina. La impronta del Arte de amar de Ovidio y su versión del Pamphilus de amore, conocida comedia latina elegíaca, en El libro del buen amor, ocuparán la primera parte. Luego indagaremos en el problema de las fuentes en La Celestina, en particular acerca de su relación con los textos de la comedia latina y, asimismo, de la comedia elegíaca latina. Terminaremos el tema leyendo la versión “política” que Juan del Encina hace de la primera égloga de Virgilio. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO
El arte de amar y la comedia latina elegíaca

Comedia elegíaca latina del siglo XII. Los dos primeros versos del Pamphilus / De amore:

Vulneror et clausum porto sub pectore telum;
Crescit et assidue plaga dolorque michi.

El personaje de Pánfilo y su tradición popular, al igual que ocurre con Birria. La relación de este tipo de obra con la comedia latina y con Ovidio. La impronta de la comedia elegíaca en Juan Ruiz y en La Celestina

De cómo Amor se partió del arçipreste, et de cómo doña Venus lo castigó

576 Partiose Amor de mí, e dexome dormir:
desque vino el alba començé de comedir
en lo que me castigó; et por verdat desir,
fallé que en sus castigos siempre usé vevir.

577 Maravilleme mucho desque en ello pensé,
de cómo en servir dueñas todo tiempo non cansé,
mucho las guardé siempre, nunca me alabé,
¿quál fue la raçón negra porque non recabdé?

578 Contra mi coraçón yo mismo me torné,
porfiando le dixe: «Agora yo te porné
»con dueña falaguera: e d'esta ves terné,
»que si bien non avengo, nunca más averné.»

579 Mi coraçón me dixo: «Faslo e recabdarás,
»si hó non recabdares, torna y luego cras,
»lo que muchos días acabado non as,
»quando non coydares, a otra ora lo avrás.»

580 Fasaña es usada, proverbio non mintroso,
más val' rato acuçioso que día perezoso:
partime de tristeza de cuydado dañoso,
busqué et fallé dueña de qual só deseoso.

581 De talle muy apuesta, de gestos amorosa
doñeguil47, muy loçana, plasentera et fermosa,
cortés et mesurada, falaguera, donosa,
graçiosa et risueña, amor de toda cosa.

582 La más noble figura de quantas yo aver pud',
viuda rica es mucho, et moça de juventud
et bien acostumbrada, es de Calataúd,
de mí era vesina, mi muerte e mi salud.

583 Fija de algo en todo et de alto linage,
poco salía de casa, segunt lo an de usage:
fuime a doña Venus que le levase mensage,
ca ella es comienzo et fin d'este viaje.

584 Ella es nuestra vida et ella es nuestra muerte,
enflaqueçe et mata al resio et al fuerte,
por todo el mundo tiene grant poder et fuerte,
todo por su consejo se fará a do apuerte.

585 «Señora doña Venus, muger de don Amor,
»noble dueña, omíllome yo, vuestro servidor
»de todas cosas sodes vos el amor señor:
»todos vos obedesçen como a su fasedor.

586 »Reyes, duques e condes e toda criatura
»vos temen e vos sirven como a vuestra fechura,
»complit los míos deseos et datme dicha e ventura,
»non me seades escasa, nin esquiva, nin dura.

587 »Non vos pidré grant cosa para vos me la dar,
»pero a mí cuitado es me grave de far:
»sin vos yo non la puedo començar nin acabar:
»yo seré bien andante por lo vos otorgar.

588 »Só ferido e llagado, de un dardo só perdido,
»en el coraçón lo traye ençerrado et ascondido,
»non oso mostrar la laga, matarme a si la olvido,
»et aun desir non oso el nombre de quien me ha ferido.

589 »La llaga non se me dexa a mí catar nin ver,
»onde mayores peligros espera que an de ser:
»reçelo que mayores dapnos me podrán recreçer
»físico nin melesina non me puede pro tener.

590 »¿Quál carrera tomaré que me non vaya matar?
»¡Cuytado yo me faré que non la puedo catar!
»Derecha es mi querella, raçón me fase acuytar,
»pues que non fallo nin qué me pueda prestar.

591 »Et porque munchas cosas me embargan e empeçen,
»he de buscar munchos cobros segunt que me pertenesçen:
»las artes muchas vegadas ayudan, otras fallesçen,
»por las artes viven munchos, por las artes peresçen.

592 »Si se descubre mi llaga quál es, dónde fue venir,
»si digo quién me ferió, puedo tanto descobrir
»que perderé melesina so esperança de guarir:
»la esperança con conorte sabe a las veses fallir.

593 »E si encubre del todo su ferida e su dolor,
»si ayuda non demanda por aver salut mijor,
»por ventura me vernía otro peligro peor;
»morría de todo en todo, nunca vi cuyta mayor.

594 »Mejor es mostrar el ome su dolençia e su quejura
»al menge et al buen amigo que l' darán por aventura
»melesina e consejo por do pueda aver folgura,
»que non el morir sin dubda, et vevir en grant secura.

595 »El fuego más fuerte quexa ascondido, encobierto,
»que non quando se derrama esparçido e descobierto;
»pues éste es camino más seguro e más çierto,
»en vuestras manos pongo el mi coraçón abierto.

596 »Doña Endrina que mora aquí en mi vesindat
»de fermosura e donayre, et de talla e de beldat
»sobra e vençe a todas quantas ay en la çibdat.
»Si el amor no me engaña, yo vos digo la verdat.

597 »Esta dueña me ferió de saeta enerbolada
»atraviésame el coraçón, en él la tengo fincada
»toda mi fuerça pierdo, et del todo me es tirada,
»la llaga va cresçiendo, del dolor non mengua nada.

598 »A persona de este mundo yo non la oso fablar,
»porque es de grand linage, et dueña de grand solar,
»es de mejores parientes que yo e es de mejor lugar,
»en le desir mi deseo non me oso aventurar.

599 »Con arras e con donas ruéganla casamientos,
»menos los preçia todos que dos viles sarmientos,
»a do es el grand linage aí son los alçamientos,
»a do es mucho algo son los desdeñamientos.

600 »Rica muger e fija de un porqueriso vil
»escogerá marido qual quisiere entre dos mil:
»pues así aver non puedo a la dueña gentil,
»averla he por trabajo et por arte sotil.

601 »Todas aquestas noblesas me fasen querer,
»por aquesto a ella non me oso atrever,
»otro cobro non fallo que me pueda acorrer
»si non vos, doña Venus, que lo podedes faser.

602 »Atrevime con locura et con amor afincado,
»muchas veses gelo dixe, que finqué mal denostado,
»non preçia nada, muerto me trae, coytado:
»si non fuese tal mi vesina, non sería tan penado.

603 »Quanto más se está omen al grand fuego llegado,
»tanto mucho más se quema que quando está alongado,
»esto me trae muerto perdido et penado:
»así, señora doña Venus, sea de vos ayudado.

604 »Ya sabedes nuestros males et nuestras penas parejas,
»sabedes nuestros peligros, sabedes nuestras consejas,
»non me dades respuesta, nin me oyen vuestras orejas,
»oítme vos mansamente las mis coytas sobejas.

605 »Non ven los vuestros ojos la mi triste catadura,
»tira de mi coraçón tal saeta e tal ardura,
»conortadme esta llaga con juegos e folgura,
»que non vaya sin conorte mi llaga e mi quejura.

606 »¿Quál es la dueña tan brava et tan dura,
»que al su servidor non le faga mesura?
»Afinco vos pidiendo con dolor et tristura,
»el grand amor me fase perder salud e cura.

607 »El color he perdido, mis sesos desfallesçen,
»la fuerza non la tengo, mis ojos non paresçen,
»si vos non me valedes, mis membrios desfalleçen.»
Respondió doña Venus: «Servidores vençen.

608 »Ya fueste consejado del Amor, mi marido,
»d'él en muchas maneras fuste aperçebido,
»porque le fuste sañudo, contigo poco estido,
»de lo qu'él non te dixo, de mí te será repetido.

609 »Si algo por ventura de mí te fuere mandado
»de lo que mi marido te ovo aconsejado,
»serás d'ello más çierto, irás más segurado,
»mejor es el consejo de muchos acordado.

610 »Toda muger que mucho otea, o es risueña,
»dil' sin miedo tus coytas, non te embargue vergüeña,
»a penas de mil una te despreçie, más desdeña,
»amarte ha la dueña, que en ello piensa e sueña.

611 »Sírvela, non te enojes, sirviendo el amor creçe,
»serviçio en el bueno nunca muere, nin peresçe,
»si se tarda, non se pierde, el amor non fallesçe,
»el grand trabajo todas las cosas vençe.

612 »El amor leó a Ovidio en la escuela,
»que non ha muger en el mundo, nin grande nin moçuela,
»que trabajo e serviçio non la traya al espuela
»que tarde o que ayna creye que de ti se duela.

La Celestina y la comedia elegíaca latina. El problema de las fuentes. Propongo la lectura de Claudio Guillén, “De influencias y convenciones”, en Teorías de la historia literaria, Madrid, Espasa-Calpe, 1989, pp. 95-117. (dirección electrónica: http://www.cervantesvirtual.com/obra/de-influencias-y-convenciones-0/) Comienza así:


“Los estudiosos se ven a veces desconcertados, así como estimulados, por el recuerdo de cosas pasadas. Hace cuarenta años Gustave Rudler pudo formular esta plausible declaración: «La Littérature Comparée est un cas particulier de la critique d'influence». Hoy, en cambio, el predominio, en Literatura Comparada, de los estudios de influencias parece haber llegado a su fin. El campo específico que ellos cubrían ha sido usurpado por el examen, en términos generales, de tradiciones y convenciones.”

http://revistas.ucm.es/index.php/CFCL/article/view/CFCL9898220443A/34657

“CALISTO. Cierra la ventana. Y deja la tiniebla acompañar al triste e al desdichado la ceguedad: mis pensamientos tristes no son dignos de luz. ¡Oh bienaventurada muerte aquella que, deseada, a los afligidos viene! ¡Oh si vinieses agora Erasístrato, médico, sentirías mi mal! ¡Oh piedad de Seleuco, inspira en el plebérico corazón por que, sin esperanza de salud, no envíe el espíritu perdido con el desastrado Píramo e la desdichada Tisbe!
SEMPRONIO. ¿Qué cosa es?
CALISTO. ¡Vete de ahí! No me hables; si no, quizá antes del tiempo de mi rabiosa muerte mis manos causarán tu arrebatado fin.
SEMPRONIO. Iré, pues solo quieres padecer tu mal.
CALISTO. ¡Ve con el diablo!
SEMPRONIO. (Aparte) No creo, según pienso, ir conmigo el que contigo queda. (A solas) ¡Oh desventura! ¡Oh súbito mal! ¿Cuál fue tan contrario acontecimiento que así tan presto robó el alegría deste hombre e, lo que peor es, junto con ella el seso? ¿Dejarle he solo o entraré allá? Si le dejo, matarse ha; si entro allá, matarme ha. Quédese, no me curo. Más vale que muera aquel a quien es enojosa la vida que no yo, que huelgo con ella; aunque por ál no desease vivir sino por ver mi Elicia, me debería guardar de peligros. Pero si se mata sin otro testigo, yo quedo obligado a dar cuenta de su vida. Quiero entrar. Mas, puesto que entre, no quiere consolación ni consejo: asaz es señal mortal no querer sanar. Con todo, quiérole dejar un poco: desbrave, madure; que oído he decir que es peligro abrir o apremiar las postemas duras, porque más se enconan. Esté un poco. Dejemos llorar al que dolor tiene, que las lágrimas e suspiros mucho desenconan el corazón dolorido. E aun, si delante me tiene, más conmigo se encenderá: que el sol más arde donde puede reverberar; la vista a quien objeto no se antepone, cansa, y cuando aquél es cerca, agúzase. Por eso quiérome sufrir un poco. Si entretanto se matare, muera; quizá con algo me quedare que otro no sabe, con que mude el pelo malo. Aunque malo es esperar salud en muerte ajena, e quizá me engaña el diablo. Y si muere, matarme han, e irán allá la soga y el calderón. Por otra parte, dicen los sabios que es grande descanso a los afligidos tener con quien puedan sus cuitas llorar y que la llaga interior más empece. Pues, en estos extremos en que estoy perplejo, lo más sano es entrar y sufrirle y consolarle. Porque si posible es sanar sin arte ni aparejo, más ligero es guarecer por arte y por cura.”

Juan del Encina y sus bucólicas. Adaptación del asunto bucólico a una nueva realidad histórica

“Argumento
Aquí comiençan las Bucólicas de Virgilio, repartidas en diez églogas, bueltas del latín en nuestra lengua e trobadas en estilo pastoril por Juan del Enzina: dirigidas a los muy poderosos e cristianísimos reyes D. Fernando e Doña Isabel, príncipes de las Españas, reyes naturales y señores nuestros, señores de las insulas de nuestro mar, etcétera. Van esso mismo algunas de las dedicadas al muy esclarecido y bienaventurado príncipe D. Juan, y en esta primera égloga se introduzen dos pastores, razonándose el uno con el otro como que acaso se encontraron: uno llamado Melibeo, que habla en persona de los cavalleros que fueron despojados de sus haziendas por ser rebeldes, conjurando con el rey de Portugal que de Castilla fué alçado e con él anduvieron amontados e corridos, perseverando en su contumacia. Y el otro pastor, que Tytiro fué llamado, habla en nombre de los que en arrepentimiento vinieron y fueron restituidos en su primero estado e ya tocando el tiempo que reinó el señor rey D. Enrrique cuarto, comenzando su reinar con tanto rigor de justicia, que no menos de temido que de poderoso pudiera ser alabado; mas en el fin, ataviando su poder y afloxando su justicia, dió lugar a que los coraçones de sus súditos a vanderas desplegadas, vicios e robos, se apoderassen, para cuyo remedio tan cathólicos e tan excelentes príncipes Dios por su misericordia nos quiso dar, e agora Tytiro por más lastimar a Melibeo, que era del vando contrario, muestra a cuánta mejoría e excelencia lleva la realeza deste nuestro muy victorioso rey a la de todos los otros, doliéndose porque tarde vino en el verdadero conocimiento e maravillándose en persona del poeta cómo tuvo atrevimiento para escrivir hazañas de tan alto príncipe, e dando gracias por las mercedes recebidas.

Tytire' tu' patulae recubans sub tegmine fagi , etc.






Melibeo ¡Tytiro, cuán sin cuidado



Que te estás so aquesta haya,



Bien tendido e rrellanado!



Yo triste descarriado



Ya no sé por do me vaya.



¡Ay! Carillo,



Tañes tú tu caramillo:



No hay quien cordojo te traya.



Yo lazerado, aborrido,



He dexado ya mi tierra;



Ando acossado e huido,



Y tú estáste aquí tendido



A sabor por esta tierra



Canticando,



Por las silvas retumbando;



No tienes quien te dé guerra.



Cantas dos mil cantilenas



De Amarilis, tu adamada,



Deslindándole tus penas,



Tus prisiones e cadenas;



Tienes la bien canticada



Con reposo;



A la sombra gasajoso



No te das nada por nada.



Tytiro ¡O buen zagal Melibeo,



Cuánto bien nos hizo Dios!



Diónos rey de tal asseo



Que todo nuestro desseo



Se nos cumple, juro a nos;



E le amamos



Tanto, que por él rezamos



Primero que no por nos.



El nos dexa andar paciendo



Al ganado por do quiere,



Bien assí como estás viendo,



Y estar nos tanto tañendo



Cuanto a nuestra gana fuere,



E cantar,



Cada cual de buen vagar,



Cual cantar por bien tuviere.



Melibeo Embidia no te la tengo,



Mas antes me maravillo;



Que por todo allá do vengo



Tienen un temblor muy luengo



Y es muy fuerte el omezillo.



Ay cuitado,



Con este poco ganado



Ando triste e amarillo.



Apenas puedo aballar



Por los cerros ni los llanos;



Desta cabra he gran pesar,



Que comienza de anaziar,



No me doy con ella a manos;



Que parió,



E dos mielgos me dexó



Entre aquellos avellanos.



E pariólos hembra e macho



Que era verlos maravilla,



Do pudiera aver buen cacho



Para campo sin empacho



O para vender en villa.



¡Ay cuán cruda,



En una peña desnuda



Los parió que era manzilla!



Muchas vezes he membrança



Del cielo venir señales



Que nos davan figurança



De la mal aventuranza



De nuestras cuitas e males.



Digo hoy



¿Quién es ora aquesse rey



De tan buenos temporales?



Tytiro O Melibeo, solía



Yo de muy bovo pensar



La que corte se decía



Deste rey, que parezía



Aqueste nuestro lugar,



Y en su corte



Que no avía más deporte



Del que acá suelen tomar.



Por estos valles e cerros



Do guardamos los pastores,



Vemos perritos a perros,



E a las madres los bezerros



Semejar aunque menores.



Bien assí



Al lugar en que nascí



Comparava a los mayores.



Tan gran diferencia va



De otras villas e lugares



Al lugar do el rey está.



Todo te parecerá



Cual el placer con pesares:



Bien como es



Con el viburno el ciprés,



Que acá todos son casares.



Melibeo E ¿dime qué te movió



O qué caso tan profundo



Por ventura te acuntió



Que en cariño te metió



De ver corte e tan gran mundo?



Por tu fe



Que me digas cómo fué;



Que de pasmo me perhundo.



Tytiro A la mi fe tú te sabe



Que por verme en libertad,



Que es lo que más oy se alabe



Y el libro do quiera cabe



E le dan autoridad,



He buscado



Cómo me ver libertado,



Fuera de catividad.



Mas esta libertad mía,



Porque yo me emperezava



E mostrava cobardía,



Vino algún poco tardía,



Ya que la barva rapava,



E ha traido



Un gasajo tan complido



Cuanto yo lo desseava.



Desque aqueste rey nos tiene



E al otro señor dexamos,



Mucho ganado nos viene



E aun a Dios como conviene



Harto diezmo le pagamos



De buen peso.



Ya podremos hazer queso



Para en villa que vendamos.



Mas en el otro poder



Libertad no se esperava;



No gozávamos plazer,



Nada osávamos vender,



Porque no se nos pagava;



Las haziendas,



Con trabajos e contiendas,



Ninguno nos las labrava.



Tytiro al rey Maravillado me siento,



O gran rey, qué cosa fuesse



Passarme por pensamiento



De tener atrevimiento



Que en tus hechos yo escriviesse.



Tu justicia



A todos pone codicia,



Que en loarte nadie cesse.
En tu virtud trasportado



Me parava yo a pensar



Que estarías enojado



En verme tan descuidado



No escrivir de tu reinar,



E aun asmava



Que tu gloria me llamava



Que la aprendiesse a contar.



No sé para quién guardavas



Que estas églogas trobasse,



Segun las obras obravas



Tal obra se te aplicasse.



Juro a mí,



Tytiro no estava aqui



Para que su fe mostrasse.



Tytiro vía dezir



Arboles, pinos e fuentes;



Vía tanto reluzir



La virtud de tu bivir



Que alumbrabas tú las gentes;



No sabía



Escrivir, aunque quería,



Tus hechos muy excelentes.



Mas agora ya que entiendo



Algún poco deste oficio,



Ya que voy más conosciendo,



Favor te pido sirvendo,



Porque luzia mi servicio.



Quien te quiere



Sírvate como supiere,



Que yo servirte codicio.



Tytiro a Melibeo



Aquí le vi, Melibeo,



Este rey siendo zagal



E cada mes le ofrendeo,



Le rezo con buen desseo



Que Dios le guarde de mal,



E que vea,



Tanto cuanto bien dessea



Su persona muy real.



Si mercedes le pedí



Luego me las otorgó,



A otros moços e a mí,



Los ganados por aquí



Como de antes nos dexó;



E las vacas,



Dexar hacer alharacas



Con los toros nos mandó.



Melibeo Viejo bienaventurado,



Luego tus tierras te tienes



Que te las han ya tornado,



Aunque son de mal labrado,



Ya con ellas te sostienes;



Mas yo triste,



De cuantos bienes me viste,



No tengo ningunos bienes.



Los pastos no acostumbrados



A las tus reses preñadas,



Ni aun a todos tus ganados



No los ternán destemplados,



Ni ternán malas majadas;



Ni maldad,



De la res de vezindad



Terná las tuyas dañadas.



Bienaventurado viejo,



Entre estas fuentes e ríos,



Estarás tu muy sobejo



Tendido sin sobrecejo,



Cogiendo los aires fríos;



Dormirás,



Con los sones que oirás



De las avejas sordíos.



El que cortare la rama



Mientras duermes, cantará,



Ni porque estés en tu cama,



La que paloma se llama



Entretanto dexará



Los ronquidos,



Ni la tórtola gemidos



Desde el olmo cessará.



Tytiro



E aun por esse tal consuelo



Primero podrán pacer,



Los ciervos allá en el cielo,



E el mar secarse en el suelo



Y en seco los peces ver,



Que yo pueda,



De rey que tal fama queda,



Partirme de le querer.



Primero beverá el Parto



En Araris desterrado,



Y el Germán primero harto



Beverá en el río cuarto,



Que fué del paraiso dado



Que es el Tigre,



Primero que yo peligre



De aver al rey olvidado.



Melibeo Ay que nosotros iremos



Unos por Libia sedientos,



E otros en Citia daremos,



E otros a Creta vernemos



Por Oaxes con tormentos



Muy perdidos,



Por los britanos partidos,



¡Ay que grandes perdimentos!



Algún tiempo por ventura



Ya después de algún agosto,



Si veré la labradura,



La cabaña e lindadura,



De mi padre e mi regosto,



Yo bien creo,



Ser asmado si lo veo,



Fe por esta tierra abosto.



¿El hombre darmas feroz



Ha de aver estas labranças,



Y el extraño con su hoz



Mis mieses siegue en su hoz?



¡O que malas ordenanças



Que con guerra,



Nos echen de nuestra tierra



E de nuestras heredanças!



Habla consigo



¡Ay qué tiempos son ya tales!



¡Mirad para quién sembramos!



Melibeo, pon parrales,



Enxiere agora perales



Agora, agora medramos



¡Desdichados!



Por nuestros malos pecados



Ya nunca cabeça alçamos.



Aballa, aballa, ganado,



Andad, andad, mis cabritas,



Que en algún tiempo passado



Siendo yo más prosperado



Fuistes vos otras benditas.



No os veré



Por las peñas, ni estaré



Ya tendido en belloritas.



Ya no cantaré mis trobas,



Ni tañeré caramillo,



Ni vosotras cabras bovas



Pareceis ya las escobas,



Ni las flores del tomillo,



Ni vereis



Los salzes de que cortéis



Con la boca algún ramillo.



Fin
Si aquesta noche conmigo



Alvergar a ti te plega,



Daré te mi buen amigo,



Mançanas e pan de trigo,



E aun miga cocha te cuega



E aun castaña;



Vámonos a mi cabaña,



Que ya la noche se allega.”